El reencuentro

EL REENCUENTRO

Por Administrador
Nov 1st, 2018
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CONCURSO RELATOS MARINEROS 2018

 Por Fernando Moreno Rodríguez

Con ostensible irritación desde la popa de su barco, miraba a la mar con furia y desatando su rabia contenida gritó:

—Estoy aquí, llévame también. ¿Por qué te la llevaste?, yo la amaba, era más que mi vida, era feliz a su lado y me la arrebataste. Quiero irme ahora, me llevarás pero nunca me tendrás, jugaste sucio, yo te amaba a ti también, hasta pensaba que un día me iría contigo y nos tendríamos para siempre, pero lo que has hecho no tiene perdón, toda una vida contándote mis alegrías y penas, mis proyectos, éramos dos camaradas y amantes, ahora ya no somos nada, te desprecio y me arrepiento de haberte amado durante mis singladuras. No quiero esperar más, porque no soporto la vida sin ella.

Nadie respondía, había un silencio total, la mar estaba tranquila, el día, aunque soleado, era algo frío. Había un leve balanceo como si alguien le estuviera meciendo. Nadie parecía oir el lamento de aquel marino, su furia parecía perderse en la inmensidad del océano.

—Termina tu trabajo de una vez y llévame ahora, que para eso vine a verte y desafiarte. Durante muchos años te amé, pero ahora te odio, te odio con toda mi alma. Me has dejado solo sin el amor de mi vida. Llévame ya.

Seguía el silencio, un silencio clamoroso pues había algo en el aire que lo llenaba todo.

—Hace unos meses estaba con ella aquí mismo en el barco, tenía su cabeza apoyada en mi hombro, nos mirábamos con amor, yo acariciaba su pelo y con una ternura infinita deposité un tierno beso en sus labios, éramos felices los dos, ella era todo para mí, pero tú no lo pudiste soportar ¿por qué? yo te amaba a ti también, como siempre te amé, ¿por qué te la llevaste? ahora te odio y te conmino a que me lleves contigo si puedes, al final te llevarás mi cuerpo pero no mi alma, nunca tendrás mi amor porque tú no sabes lo que es eso, tú sólo sabes de traición, de muerte, engañas a los marinos que creemos en ti ¿por qué haces semejantes cosas? ¿Qué macabro placer obtienes con eso? Sé que tú vives millones de años, sobrevives a millones de generaciones de marinos pero escucha una cosa que quizá no sepas: yo y todos los marinos te sobreviviremos porque nuestra alma es inmortal e indestructible en cambio tú, sólo eres algo que dura muchísimo tiempo pero al final morirás. Veré como el Sol se acercará tanto que comenzarás a hervir a evaporarte y en definitiva a morir, veré tu larga agonía de millones de años tus gritos de dolor cuando se cuezan tus entrañas por un sol cruel que no oirá tus lamentos mientras que yo sí los oiré, nada podré hacer, es verdad, pero aunque pudiera nada haría, disfrutaré del espectáculo, tus gritos de dolor me sonarán como música celestial, mientras yo no padeceré tormento alguno pues no tendré cuerpo sólo alma o como se le quiera llamar, mi esencia y mis sentimientos que algunos llaman alma, me acompañaran por la eternidad y yo viviré para verlo sin sucumbir a la hecatombe porque no seré materia, veré como mueres lentamente retorciéndote de dolor, sentiré entonces el dulce placer de la venganza, de ver a mi enemigo como agoniza y disfrutando del espectáculo. Cuando desaparezcas, yo seguiré flotando en el espacio infinito para ir donde quiera sin sentir ya el menor dolor.

Seguía el silencio, pero de repente el viento suave que empujaba el velamen se tornó en un viento más fuerte, unos cúmulos se unieron a otros formando un cumulonimbo formidable, el viento comenzaba a refrescar, por lo que el marino, casi sin tiempo de reaccionar tomó dos rizos en la mayor y recogió el génova.

Vino una gran ola y el velero dio una gran arfada que  tiró de espaldas  al marino y tras un quejido de dolor se fue incorporando poco a poco hasta poder asirse a la rueda. Un roción lo mandó a la banda de babor y lo mojó de arriba abajo. Se incorporó y alzando la voz gritó:

— ¿Es esto todo lo que sabes hacer? Así no vas a poder llevarme. Sigue intentándolo, no me aferro a la vida, me resisto es para humillarte, sé que en esta lid a muerte saldrás vencedora, yo no tengo tu poder y tu fuerza pero nunca me doblegarás, acabarás con mi vida y créeme que lo deseo ardientemente pero mi ser inmaterial, mi personalidad, mis pensamientos, mi amor y mi odio es algo indestructible y perdurará por toda la eternidad, en una palabra, te sobreviviré para tu mayor deshonra, y quizás te estaré eternamente agradecido por terminar con mi vida terrenal que ya no puedo disfrutar, pero mi rencor estará vivo porque lo alimentaré día a día, mi ser se convertirá en odio en estado puro esperando con ansia el día de la venganza.

Vino otra gran ola que lo sepultó pero no lo movió del sitio. Vas mejorando — gritó el marino, me llevarás contigo al fin,  pero sabes que no me tendrás nunca, te detesto y eso te enfurece ¿verdad? Llévame de una vez si es que te atreves, aquí me tienes dispuesto a irme al mismísimo infierno, que será menos amargo y doloroso que lo que yo estoy pasando desde que te la llevaste. Tírame del barco si te atreves, porque yo no me voy a arrojar, tendrás que hacerlo tú para que con el paso de los siglos y de millones de años te acuerdes de este día.

Seguía sin oírse voz alguna, sólo el ruido de las olas que era como un rugido que iba aumentando su intensidad hasta convertirse en ensordecedor. Sin embargo al poco tiempo, las olas se fueron suavizando, eran grandes, unos tres metros pero más redondeadas con mucha base, parecía más una mar de fondo que el temporal de hacía unos minutos. El viento calmó tan rápido como cuando vino, la mar dejó de rugir, las olas disminuyeron su altura y la carena ya no se separaba de la superficie del agua. Pasó mucho tiempo…. o poco, no lo podía medir y el marino no pensaba en nada, tenía la mente en blanco, estaba claro que la mar no se lo quiso llevar, pero seguía sin manifestarse. Tenía puesto el rumbo de vuelta a puerto aunque él no recordaba haberlo puesto, todavía estaba lejos de tierra. El cielo estaba casi cubierto, unas seis o siete octas, la mar más tranquila, se había convertido en una mar tendida de escasa entidad. El marino miró hacia el horizonte en dirección de la amura de estribor y dijo como un susurro: «No te atreviste a llevarme». Pasaron unos segundos o quizás minutos y el marino oyó una voz suave:

— No. No te llevaré así. Tienes que estar preparado para venir conmigo y dejar de odiarme.

—Pues entonces no me llevarás nunca, porque esta es la última vez que navego, me quedaré en tierra el resto de mi vida que ya no será para ti, incluso cambiaré de profesión, soy joven y puedo dedicarme a otra cosa.

— No. No te dedicarás a otra cosa porque me necesitas, yo sé que te atraigo con auténtica pasión y aunque estés enfadado conmigo no puedes vivir sin mí, sin mirarme, sin admirarme, necesitas amarme como te amo yo…

— Presuntuosa, eres como una mujer presuntuosa que juegas con los sentimientos de los hombres. No te necesito. Cuando llegue a puerto no volveré a la mar, no me haces falta, eres monstruosamente celosa, posesiva, manipuladora y con excesiva confianza en ti misma. Tu belleza nos cautiva a los marinos, no voy a decir lo contrario pero ya no quiero saber nada más de ti, te aborrezco, me quitaste lo que más quería, mucho más que mi vida y me has convertido en un cadáver viviente, para mí vivir es una pesadilla y por tanto la muerte es una liberación.

— Te estás equivocando conmigo musitó la voz de la mar en tono suave, tu amada está conmigo esperándote, pero para ello debes de tener fe y mostrarme el amor que me mostrabas antes, mientras no sea así, ni te llevaré conmigo ni podrás reunirte con ella. Ahora ve a tierra, deja pasar un periodo de tiempo no demasiado grande pero tampoco tan corto. Quiero que medites, recapacites y cuando estés listo ven a verme de nuevo y hablaremos. Vete a puerto y descansa.

La mar volvía a estar tranquila, el cielo se había despejado casi totalmente, tenía que hacer un bordo porque en su conversación y pensamientos se había apartado del rumbo de vuelta. Su melancolía y rabia fueron dando paso a la tranquilidad si bien con una buena dosis de confusión.

Amarró el barco y pensativo se fue a su casa dando pasos con extrema lentitud, todo lo contrario de cuando solía salir a caminar, Tenía la sensación de que había tenido un sueño, pero no, todo había sucedido realmente y estaba muy confuso. ¿Estaba su amada realmente esperándole como la mar le había dicho? ¿Me habló la mar realmente? En esos momentos sentía sensación de soledad, notaba frío en los huesos. Esa noche se acostó muy temprano y en contra de lo que creía durmió doce horas seguidas.

Pasaron unos días y al poco le ofrecieron salir con un barco de pesca a faenar por la zona del Gran Sol. Nunca decía que no a una navegación, así que lo dispuso todo para ir con la tripulación. No era la mejor época para navegar por esa zona pero sí lo era para la pesca.

Llegó el día y se presentó puntualmente en el barco a la hora establecida, soltaron amarras y se fueron adentrando en la mar, el cielo estaba gris y la mar se movía con una pequeña marejadilla, la predicción meteorológica era que la marejadilla  iría aumentando poco a poco para convertirse en marejada al final de la tarde. En efecto, llegó la noche y la marejada había llegado, la predicción también vaticinaba que iba a haber fuerte marejada, pero eso no hacía mella en el taciturno marino que estaba de pie junto al través de estribor apoyando una de sus manos en la regala. Toda la tripulación estaba en el interior excepto él, que se mantenía de pie aguantando las embestidas de la mar y con la mirada fija a lo lejos, había luna llena que no siempre se podía ver por ocultarla las nubes. Fue entonces cuando oyó una voz  muy suave:

— ¿Estás listo para venir conmigo y reunirte con ella?

Casi no dejó que la frase terminara:

— Si. Llévame con ella y te querré por toda la eternidad.

— Sea como tú quieres. Dentro de un rato te tendré bajo mi manto azul y estarás con ella.

El marino presa de la ansiedad seguía aferrado en cubierta esperando que la mar eligiera el momento.

Desde el interior le llamaron:

— Patrón entra a dentro, es peligroso quedarse en cubierta con esta marejada.

Pero el marino, parecía no oir, estaba como en otro mundo presa de la ansiedad y expectación, cuando una gran ola envolvió y zarandeó el barco. El marino quedó totalmente empapado por aquella agua helada que le acababa de caer encima con violencia. Un miembro de la tripulación asomó por cubierta para comprobar que todo iba bien, y dirigiéndose al patrón volvió a insistir sobre el peligro que suponía permanecer en cubierta pero el patrón le dijo que no se preocupase porque estaba acostumbrado a esas marejadas y añadió que estaba hablando con una vieja amiga. El marinero pensó que el patrón no estaba en sus cabales, ya se decía que desde el accidente de su mujer no volvió a ser el mismo, se comportaba de un modo absurdamente temerario y ahora decía que estaba hablando con sabe Dios quién. El marinero volvió a entrar con los demás y relató lo que había visto. Siempre hace eso  —dijo otro miembro de la tripulación— sale a cubierta cuando hay una fuerte marejada, es como si quisiera que se lo tragara la mar y un día ocurrirá, pero es el patrón y hay que dejarle con sus manías, si lo llegamos a hacer alguno de nosotros, nos metería adentro a empujones, pero donde hay patrón no manda marinero.

El patrón no notaba el frío que lógicamente debía de padecer con todo rl cuerpo mojado, pues estaba totalmente empapado con el agua de aquella tremenda ola que le cayó encima. Seguía apoyado con ambas manos en la regala esperando algún acontecimiento que no terminaba de producirse, y estando sumido en sus pensamientos llegó una ola por la amura de babor que levantó el barco e hizo perder el equilibrio al marino haciéndole caer de espaldas sobre la línea de crujía. Otra ola gigante saltó por encima de la proa empujando al patrón hacia la aleta de estribor llevándole hasta la mismísima borda, entonces él quiso asirse con fuerza para no precipitarse a la mar pero sonrió y se dijo ¿para qué? Pero no cayó al vacío, vino otra ola que lo levanto por encima de la borda y lo dejó caer al agua del mar. La agitación de las aguas era grande, él sonrió y dijo en voz no muy audible por la ensordecedora sinfonía de la mar y el viento: en seguida estaré contigo y ya no nos separaremos más, cuando una ola le golpeó la cabeza contra el casco en la línea de flotación. No sintió nada, ningún dolor, primero oscuridad y frío, al cabo de poco tiempo veía una tenue luz bajo un manto azul que lo envolvía todo, perdió la noción del tiempo y debió quedarse dormido o algo parecido. Poco a poco empezó a ver claridad con un fondo azul claro y le pareció ver una figura que le estremeció, era ella, su esposa, le sonreía con una sonrisa dulce como siempre había sido, le extendió los brazos, sus cuerpos se acercaron hasta entrelazarse, miraba sus preciosos ojos y cara sonriente. Volvía a verla, la felicidad le inundaba.

Estando de esta manera abrazados, se fue extinguiendo la luz poco a poco, y todo se fue desdibujando a la vez que le entraba un sopor que le iba adormeciendo mientras comenzó a sentir  un leve y dulce movimiento como si le acunaran. Abrió ligeramente los ojos y allí estaba su amada, junto a él, acariciándole y mirándole con dulzura. él cerró los ojos con expresión de placidez, las sombras volvieron pero él no notaba nada, iba perdiendo la consciencia en brazos de la mujer a la que amaba tanto.

***************

La mar fue calmándose poco a poco y por cubierta había marineros gritando,

—No está el patrón, no está, debió de caerse, mira que se lo dijimos, es como si lo estuviera buscándolo una ola debió arrojarlo a la mar— Mientras que un viejo marinero pescador que le conocía desde hacía tiempo corrigió:

—No se lo tragó la mar, él se fue con la mar.

Por Fernando Moreno Rodríguez


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