ME LLAMO ONA
CONCURSO RELATOS MARINEROS 2017
Por Javier Caramés Gimeno
Me llamo Ona, transito por el Mediterráneo, un mar interior que se formó hace unos 5 millones de años hasta los límites que hoy conocemos.
Muchos son los países que limitan en él, creando una amalgama de culturas que le confieren un carácter variado, pleno de vida.
Cuenta con pequeños mares dentro de si, Tirreno, Egeo, Balear, Liguria, Alborán, Adriático, Jónico… y más de 150 islas con 10 km cuadrados como mínimo de superficie. Es tal la cantidad de islas y riberas que alberga que no pasarán mas de dos días sin ver tierra quien se aventure a navegar por él.
Gracias a este hecho las civilizaciones más importantes de la antigüedad, egipcios, griegos, cartagineses y romanos obtuvieron éxito en sus expediciones a las que impulsé para que sus embarcaciones arribaran a buen puerto o fondeadero.
Tengo un fiel compañero de viaje, el viento, juntos recorremos este mar y he de reconocer que él es quién marca la dirección hacia donde dirigirnos. No solo marca el camino, también la intensidad y fuerza la determina mi colega, cuanto más vigoroso se muestra, más progreso yo.
Según la distancia que disponga para crecer y de la intensidad de mi socio (es lo que llaman Fetch) puedo llegar a alturas increíbles, entre 5-8 metros (dicen que he llegado a los 18 mtrs) poniendo en verdaderas dificultades a quién cruce nuestro camino.
La dirección es cambiante, también su nombre, le llaman tramonta si viene del norte, gregal si lo hace del noreste, levante del este, xaloc o siroco si sopla del sureste, migjorn del sur, lebeche o llebeig del suroeste, poniente del oeste y mistral del noroeste.
Los humanos pronto supieron utilizarnos en sus desplazamientos náuticos, lo que les llevó a adorar al dios Eolo quien vivía en la isla de Eolia (mar tirreno), teniendo el poder de dominar a los vientos liberándolos a su criterio. También Poseidón ejerció su reinado en este mar interior.
El hombre desde hace muchos siglos ha querido someternos, con sus rudimentarias embarcaciones se lanzaron en busca de la pesca, comercio y conquistas. El afán de nuevos territorios y prosperidad hizo aventurarse a estos seres por nuestro reino, consiguiendo unas veces sus propósitos o fracasando estrepitosamente ante nosotros.
Nos gusta ver el desafío que suponemos para los navegantes y como se las ingenian con sus aparejos y maniobras para sacarnos rendimiento y conseguir recalar en su destino. Hoy en día el dominio que ejercen sobre nuestra fuerza es admirable, hace siglos era impensable que pudieran avanzar contrarios a nosotros, actualmente es común que los barcos naveguen en dirección opuesta a la nuestra ofreciendo las proas de sus cascos y sus velas cazadas al máximo a nuestro batir. Le llaman navegar de ceñida o bolina, también descuartelar. Con el paso de los años han ido confeccionando embarcaciones mas ligeras y resistentes, pasando de la tradicional madera a complejos compuestos de fibras. La tipología de los aparejos sufrió cambios significativos durante los primeros siglos de nuestra era, las primeras velas cuadras pronto se convirtieron en latinas para aprovechar mejor los vientos contrarios, hasta derivar en velas de cuchillo o aúricas.
De esta forma la navegación se ha convertido en actividad de ocio y recreo, aunque sigue teniendo ese componente de aventura y desafío que nuestra grandeza se merece.
El espíritu humano es inquieto y siempre busca la superación y dominio de lo que le rodea, pero los que realmente nos conocen saben que resulta imposible controlar nuestra fuerza. Los navegantes lo resumen diciendo: “la navegación es un 90% sufrimiento y esfuerzo pero el 10% restante se manifiesta sublime”.
Los marineros me aman y temen a partes iguales, aunque creo que hay mas amor que miedo!.
Me gusta acariciar playas de guijarros y convertirme en compañera de juegos de niños a los que haré pasar una jornada inolvidable.
He inspirado a grandes pintores como Joaquín Sorolla, Claude Monet, Alex Dzigurski, por nombrar algunos, que han plasmado a la perfección mis bonanzas o mi carácter mas temible.
Lo que más me apasiona es crecer hasta desmoronarme, para volver a crecer nuevamente. Seno y cresta, valles y montañas.
Así soy yo, apacible, temida, amada, odiada, capaz de mecer con suavidad o mandar a pique, desafiante compañera de aventuras, sometida por intrépidos, pero respetada por todos.
Me llamo Ona……….transito por el Mediterráneo.
Relato escrito por:
Javier Caramés Gimeno