UNA SEGUNDA MIRADA
CONCURSO RELATOS MARINEROS 2018
Por Esperanza Felices Segura
Os voy a contar una historia, que comenzó hace tan sólo unos meses cuando despertó en mí una pasión hasta ese momento latente y oculta. Siempre he pensado que la vida nos tiene preparados grandes cambios y sorpresas dispuestos a ser desvelados, algo que cambia de repente tu forma de entender la vida dejando todo atrás para dedicarte a algo donde realmente sentir lo que has venido a hacer.
Mi historia comienza en un final, sí habéis leído bien (¡En un final!), estaba en una etapa en la que había tocado fondo de una manera tan rápida e inesperada que apenas me dio tiempo de reaccionar, de repente me vi envuelta en una vorágine de problemas sin solución, familiares, laborales, sentimentales, estaba al borde del abismo. Nada me hacía feliz y no encontraba ningún tipo de motivación en nada de lo que hacía. En una ocasión en sueños me vi a mi misma en una playa entrando mar adentro sin retorno.
Mi primera mirada al mar fue desde una bonita playa de arena blanca que se resbalaba inocente por mi piel intentando llegar a tierra de nuevo, paseé descalza hasta la orilla donde el agua llegaba una y otra vez en un nuevo arrebato de espuma y mar, impregnada de ese olor a mar que me seguiría por toda mi vida sin yo saberlo todavía. En ese momento miraba los barcos con recelo y con cierta curiosidad, me cautivaba el mar en todas sus formas: en calma, con oleaje, con marejada, con olas llenas de espuma, su olor y esa sensación de calma o inquietud que te puede proporcionar.
Hace unos meses todo cambió, mi visión de la vida y de mi propia vida en el mar se hizo cada vez más latente, hasta ser consciente de lo que debía hacer para poder rehacerla siendo feliz, libre e independiente. Siempre rodeada de gente que compartía esa misma pasión, comencé a cambiar y lo dejé todo para embarcarme en un velero y entregarme por completo al mar.
En ese preciso momento de cambio, sólo me venía una frase a la cabeza que me dijo una vez mi gran amiga Carmen: “Vive intensamente, ya que sólo se vive una vez”. Pero no todo iba a ser un camino de rosas, las primeras veces que embarcamos supe lo que era izar una vela, aprendí su mecanismo, así como su funcionamiento, aprendí muchísimo y también me pasé los siguientes días de mareo en mareo, colgada por estribor o babor, dependiendo del viento y la escora. Por un momento odié el mar con todas mis fuerzas.
Fue una etapa muy dura ya que desconocía del todo el velero, pero por fortuna tuve personas muy pacientes y generosas junto a mí, que me enseñaron y me hicieron sentir como en casa, poco a poco fui reconociendo todas las partes del velero, el arte de la navegación a vela, pero sobre todo a disfrutar del mar y todo lo que me ofrecía. Entonces me vinieron a la mente todos los sacrificios que había hecho para poder realizar ese sueño, todos los obstáculos y los malos momentos que había superado para llegar hasta ese mismo instante en que se estaba gestando en mí algo completamente nuevo.
Es por eso que en mi segunda mirada al mar ya no era la misma de antes, algo dentro de mí había cambiado, se había endurecido y había madurado como una manzana madura en el árbol para luego caer al suelo y salir fortalecida de la caída. En esa segunda mirada al mar una fuerza electrizante y vigorosa recorría todo mi ser, hasta que comprendí que todas las experiencias duras y penosas pasadas eran necesarias para llegar hasta allí, comprendí que de las etapas malas se aprende, se revive y se vuelve a renacer como el Ave Fénix, sólo que en mi caso en lugar de renacer de mis cenizas renací sobre el mar.
Por Esperanza Felices Segura