lejos en el mar

LEJOS EN EL MAR

Por Administrador
Nov 15th, 2017
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CONCURSO RELATOS MARINEROS 2017

Por Matías  Alejandro Canavesio

Esa mañana el mar suspiraba su propia calma, el resplandor del sol sobre el mar afectaba levemente la sensibilidad de mis ojos, es que había olvidado los anteojos de sol en la casa de Antonella, pero no tenía demasiada importancia, nunca más volvería a buscarlos y además allí quedaban atrás otras cosas que me lastimaban mucho más. Desde muy temprano caminaba sobre la costa, observando, observando como la naturaleza se expresaba, sintiendo los sonidos de las cosas, escuchando solamente y dejándome llevar, pero ese día quise ir un poco más allá, escapar del momento, dejar atrás la realidad. No muy lejos de donde me encontraba se alquilaban pequeños barcos de pesca, no lo pensé dos veces y me embarque hacia algún destino incierto. La mañana seguía esplendorosa y ya en el barco note que el viento soplaba a favor,  llevaba una buena velocidad, si bien no tenía prisa por llegar a ningún lugar, sentía la adrenalina en mi cuerpo como algo positivo, que a la vez necesitaba para sentirme mejor, el rompimiento con Antonella me había devastado y el mar era una de las mejores terapias, además era una de las pocas actividades que no compartíamos a causa de su fobia al mar. Hacía varios minutos que navegaba a motor, el viento había dejado de soplar, era una lástima porque el molesto ruido irrumpía con esa perfecta armonía natural que se había generado entre todo lo que me rodeaba. En el horizonte la gran península continental se convertía en una línea muy finita paralela al horizonte, se sentía muy bien dejar todo atrás, en ese momento era solo el mar y yo así que decidí apagar el motor. El viento seguía sin soplar, o más bien soplaba una leve brisa que hacia avanzar el barco a una velocidad menor a un nudo, ese fue el momento ideal para recostarme y admirar el vasto firmamento. Un cielo totalmente despejado, nubes que lo cubrían parcialmente como gruesas pinceladas que Dios le daba a su gusto, el sol, que ya brillaba en lo más alto, seguía lastimando mis ojos pero continuaba sin darle importancia. Por consiguiente observe una bandada de pájaros que volaban, emigrando suponía, ya que iban en dirección al norte según marcaba mi brújula, maldije el momento en que fui tan impulsivo y mande sin mis pertenencias, en especial la cámara de fotos, había infinidad de momentos que inmortalizar y sentimientos que plasmar a través de las imágenes. La sonata del viento y la leve danza de las olas produjeron que me durmiera.

No habían pasado dos horas cuando abrí los ojos y fui testigo en ese momento de un cardumen de peces voladores que pasaban a escasos metros del barco, quienes eran responsables de haber irrumpido mi siesta. No pude identificar la especie, tampoco conocía tanto de peces para poder hacerlo, lo que si supe fue que el show era totalmente entretenido, admire la fuerza de esos animales, la que debían de ejercer para poder impulsarse debajo del agua para poder saltar todos esos metros. Me dieron ganas de lanzarme y agarrar cuantos pudiera, pero no estaba tan loco aun. El grupo se iba reduciendo, de los cientos del comienzo solo quedaban algunas decenas, hasta poder ver al último, este parecía no tener tanta fuerza como sus compañeros, los salude y volví a mis asuntos. El sueño ya se había disipado al igual que todos mis pensamientos profundos, ya comenzaba a pensar en seguir hacia otro rumbo y justo en ese momento pude divisar, muy pequeño, una lancha que venía de la dirección en la que yo había venido. Minutos después redujo su velocidad hasta detenerse completamente al encontrarse con migo.

– ¿Esta perdido mi amigo? – dijo el hombre, de 60 años de edad aproximadamente, con todo el aspecto de un pescador.

– No, no, para nada, estoy paseando solamente – le respondí.

– A menos mal, usted se ha alejado bastante de la costa, por eso preguntaba.

Aquel hombre tenía un aspecto muy vivaz, su tono sonaba alegre y aparentaba ser un solitario, por su acento deduje que era local.

– ¿Y qué tal, hubo pesca? – le dije inmediatamente, para sonar simpático y devolverle de alguna manera la buena voluntad de acercarse a mí.

– ¡Claro que si mi amigo!, hubo tanta que ya iba de regreso, pero si quiere puedo compartir una buena merienda con usted, como para festejar la buena pesca del día.

Inmediatamente asentí y le agradecí, lo invite a subir a mi barco que era más espacioso que su lancha y estaríamos más cómodos.

– Oscar, un gusto conocerle – me dijo después de amarrar su lancha a mi barco.

Le devolví el saludo e inmediatamente se puso a preparar café.

– Le agradezco inmensamente su hospitalidad, desde muy temprano que me embarque y no comí nada en todo el día – le dije.

– Lo veo en su rostro, sereno, pero hambriento – me dijo con una carcajada.

– El día y el mar lo ameritaban, están realmente muy calmos y agradables hoy, nunca los había notado así.

– El mar es naturaleza, la naturaleza es vida y como tal escucha, si todo a su alrededor está en calma, ella misma lo estará.

– Hermosas palabras Oscar, ¿es usted poeta?

– No, no, no, solo un viejo castigado por la vida, que recoge las cosas más bellas que se cruzan por su camino y las larga en los momentos más oportunos.

Ese extraño hombre era alegre y triste a la vez, castigado por la vida como él decía, pero denotaba que seguía adelante y no se dejaba vencer, yo debía hacer lo mismo.

– La vida es un vaivén de cosas – continuo – así como los océanos y el mar, un día esta calmo, a los pocos minutos puede convertirse en un terrible caos. La vida nos presenta las peores y las mejores situaciones en trechos de tiempo a veces demasiados cortos, solo debemos estar atentos a las señales para saber a provecharlas, así como debemos estar atentos en el mar para saber cuándo se avecina una tormenta.

– Eso lo entiendo, lo terrible es pasar por todo aquello y esperar el momento en que lo bueno volverá.

– Indudablemente, todo es un proceso, solo es cuestión de ver las buenas cosas aun en los momentos más catastróficos, siendo positivo todo se vuelve más pasajero.

Yo solo agachaba la cabeza, era evidente que todo aquello lo relacionaba con Antonella, se me hacía difícil evitarlo, Oscar se daba cuenta de mi pesar, porque cada tanto me daba palmadas en la espalda.

– Todo mejorara, de eso estoy seguro – le dije

– Siempre, no se le olvide. Piense en la tormenta, aquella que dura horas, que atrae fuertes vientos, relámpagos y truenos, ¿dan miedo verdad? – Asentí – bueno, al finalizar, si sale el sol, uno de los eventos más admirables de la naturaleza sigue a continuación: el arcoíris, ejemplo más claro imposible de dar.

– Exacto – le respondí y por unos minutos nos que damos callados y admiramos el cielo y sentimos la brisa con el olor del mar, se sentía alentador.

– Y cuénteme ¿Qué hace por aquí un muchacho tan joven, solo y sin equipo de pesca? – Oscar rompió el silencio.

– Tengo mal de amores – le respondí con cierto humor

Él me devolvió la sonrisa – buena elección si eligió el mar, yo llevo 5 divorcios y mi único amor verdadero, el que nunca me falló siempre ha sido el mar.

– Entiendo porque, él nunca lastima y siempre regala serenidad

– ¡Oh no, no, no!, el mar lastima, sí que lastima, me refiero a que es mi amante perfecto, pero lastima, aunque perdona – en ese momento me mostro alrededor de 7 cicatrices – todas estas fueron hechas estando de pesca a causa de feroces tormentas. Ninguna me mato pero si me dejaron huellas. Al otro día volvía y el mar me recibía como siempre, como días como este y con pesca abundante. Como le digo el mar me lastima pero siempre me ha perdonado.

– Lo entiendo, en mi caso es parecido, solo que es la primera vez. Antonella se llama, terminamos, pero después de pensarlo, no sé si volver o no con ella.

– Las mujeres y el mar son algo parecidas, feroces pero hermosas, pero la verdadera respuesta está en su corazón. Yo soy una persona complicada que difícilmente pueda cambiar, pero usted mi joven amigo se nota que puede amar al mar tanto como a su mujer.

– Creo que el día de hoy el mar me ha dado esa respuesta.

– Seguramente, seguramente

Después de eso comprendí mi situación desde otra perspectiva y algo en mi había cambiado, todavía no entendía bien que era pero pronto lo descubriría. Intercambie datos con Oscar para poder volver a vernos, quizás seguiría escuchando sus historias, que sospechaba, aprendería mucho de ellas. Ambos nos dirigimos en dirección a la costa. En la mitad del camino, extendió su brazo en señal de saludo y desvió su lancha en diagonal con respecto a la mía, lo salude con energía.

Llegue a la costa, devolví el barco y seguí mi camino, pero no fui directo a mi casa, todavía tenía cosas pendientes, primero y principal debía ir a la casa de Antonella a buscar los anteojos de sol que allí había olvidado.

Por Matías Alejandro Canavesio


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