PROMESA CUMPLIDA
CONCURSO RELATOS MARINEROS 2018
Por Jonatan Román Núñez
El propietario del velero no se imaginaba que aquella navegación iba a ser su última travesía. Le acompañaba una joven mujer, que con el pretexto de ponerse al día con su título de Patrona de Yate y previo pago de una clase práctica nocturna, le iba a mandar a dormir para siempre al fondo del mar.
La noche ofrecía el espectáculo de un manto de estrellas que hacía agradable el rumbo trazado. Tenían planeado fondear a 35 millas de la costa para realizar ejercicios de astronomía y sobre la carta náutica, y ella esperaba con tranquilidad llegar al punto elegido.
Sentada al lado del timón que manejaba él para gobernar el barco, su chaquetón rojo con el cuello levantado solo dejaba al descubierto sus ojos azules, que encerraban una venganza planeada al detalle.
Él mostraba una actitud masculina, de estar seguro de sí mismo; para aparentar una imagen que atrajera la atención de ella. Su intención sexual era notable, ante una intuición femenina curtida en similares situaciones varoniles. “Esta noche te vas a enterar, guapa”, pensaba, “llegaré al muelle con una buena pesca”.
El mar se encontraba tranquilo y el viento de popa soplaba idóneo para un empuje correcto en la mayor y el foque. La proa cortaba las pequeñas olas que besaban el casco, y las luces roja y verde coloreaban sutilmente la cubierta, mientras que la estela marina que dibujaba la pala del timón era iluminada por la luz blanca. La calma y el silencio que ofrecía el entorno invitaba a la charla.
⁃ En cinco minutos llegaremos. Dime, ¿qué edad tienes exactamente? – Le dijo el navegante a la alumna con claras pretensiones sexuales.
⁃ La suficiente para saber lo que quiero -. Sentenció de forma seca y dura.
⁃ Veo que estás a la defensiva, grumete -. Respondió él con ganas de suavizarla para que fuera más fácil el cortejo.
⁃ Bueno… ¿no tienes nada de beber en el camarote para tomar un trago? -. Le sugirió ella para perderlo de vista y hacerle creer que estaba dispuesta. Necesitaba tiempo.
⁃ ¡Hombre! Ya vamos por buen camino. Coge el timón, ahora vuelvo -. Dijo alegrándose del cambio.
Apenas tenía un par de minutos para prepararlo todo. Maniobró un poco a estribor para seguir la aguja de la brújula correctamente. Después mezcló en una jeringuilla los dos compuestos químicos que tenía por separado en cada bolsillo. La solución de líquidos ya estaba perfecta y la capucha de la inyección quitada para tenerla lista.
Él apareció con dos vasos medianos con dos rocas de hielos cada uno y una botella de whiskey Black Label.
⁃ Toma marinera. Sostenme también el mío, voy a echar el ancla. Aquí haremos tus prácticas y las mías… -. Le comentó mientras iba a preparar los cabos, recoger las velas y fondear.
La chica respiró hondamente. Había llegado su momento, “Tenía al pescado en la red”, caviló.
Cuando volvió el patrón cogió su vaso y le dio la espalda a la chica para tomar asiento en la bañera. Ella aprovechó para sacar la jeringuilla, colocar su dedo pulgar sobre el émbolo e inyectarla con fuerza en su cuello Con precisión en la vena aorta. La reacción del confiado hombre fue darse la vuelta rápidamente, dejando caer su bebida, dándole un empujón a su agresora.
⁃ Pero, ¡¿qué haces?! – le gritó, sintiendo al mismo tiempo un mareo que le hizo caer de nalgas sin poder moverse y con la mirada fija al suelo.
⁃ Tranquilo. Aún no vas a morir. Solo vas a quedarte inmovilizado un buen rato para enterarte de todo -. Le respondió poniéndose en cuclillas a su altura hasta quedar cara a cara, sacándose una fotografía de su bolsillo y dejándola sobre la cubierta, frente a sus ojos. – Seguro que recuerdas a la adolescente que está abrazada a la niña pequeña. Era mi hermana. La que tú violaste y mataste, tirándola al mar como si fuera una boya-.
La revelación le cayó al hombre como un jarro de agua fría, quedándose mirando la foto sin poder moverse, oyendo como ella recogía el ancla, ponía en marcha el motor y tomaba el gobierno del velero para recorrer 15 millas más.
⁃ Llegamos. Estamos lo suficiente lejos de cualquier molestia -. Le avisó la joven al hombre inmóvil.
Había pasado mucho tiempo desde que el padre de las chicas de la foto muriera de cáncer, no sin antes instruir a la pequeña de ellas para llevar a cabo el juramento que él no podría cumplir: matar al hombre que pasó poco tiempo en la cárcel por acabar con la vida de su hija mayor.
⁃ Seguro que estás deseando moverte como yo de hablar contigo y tirarte por la borda -. Le soltó a su rehén. – Pues bien, el motivo es escueto, vamos a ello: pasaste 14 años entre rejas y saliste sin arrepentirte de dejar a mi familia sin una maravillosa chica que ahora tendría 30 años sino fuera por ti… Ahora sabrás lo que es morir con agua salada en tus pulmones. Vas a desaparecer bajo el mar y la quilla será tu única testigo -.
Seguidamente maniató al hombre de manos y pies. Podría haberle hecho cualquier nudo porque los conocía todos, pero con el básico, el As de Guía, era suficiente. Lo empujó y lo dejó caer por la borda.“Hombre al agua, pan para los peces”, le susurró al oído justo antes de despedirse de él.
Aliviada y sin peso alguno en su alma, el juramento quedó cumplido, y teniendo la luna como espectadora vip, miraba el hombre que se hundía rápidamente. No tenía ni un ápice de arrepentimiento. La nueva patrona del barco volvió a asegurarse a la Línea de vida, cogió el timón y gobernó el velero de vuelta a casa.
⁃ Hermana, papá. Ya está…se terminó…os quiero -. Dijo lanzando sus palabras a las estrellas.
El viento que antes hinchaba las velas, ahora era una agradable brisa que acariciaba unos ojos azules libres de una vieja promesa. Las lágrimas saladas que recorrían sus mejillas caían al mar como si de un lastre se tratasen. Puso rumbo hacia un nuevo comienzo en su vida, hacia aguas más tranquilas para el corazón y el alma. Por fin podía navegar libre.
Por Jonatan Román Núñez