Regata Huelva La Gomera 2008

REGATA HUELVA LA GOMERA 2008

Por Administrador
Sep 14th, 2017
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CONCURSO RELATOS MARINEROS 2017

Por Enrique Cantos-Figuerola

Varios años siguiendo la regata Huelva-Isla de La Gomera por Internet, con gran admiración e interés, sólo podían tener una lógica consecuencia. 2008 se ha convertido en el año en el que armados de decisión nos proponemos a tomar parte en ella a bordo del Mar Menor.

La tripulación se va completando en los días previos a la salida, días llenos de trabajos varios a bordo y últimos retoques sin importancia, como tapar fisuras en el depósito de gasoil con la inestimable ayuda de parte de alguna tripulación vecina de pantalán. Cualquier excusa para entablar primeros lazos con los futuros compañeros de aventura. Días estos, copados de actividades y agasajos varios por parte de la organización de la regata: recepción y presentación de tripulaciones a la sombra de las 3 carabelas del Descubrimiento en La Rábida, en Palos de la Frontera; fiesta de despedida con catering de altos vuelos en el ayuntamiento y en el Real Club Náutico de Punta Humbría. Esta última noche se respira gran emoción y tensión en la tripulación, mañana es el día en el que zarpamos en nuestra más grande aventura, ni más ni menos que una semana embarcados, realizando la primera etapa de aquella singular travesía de 1492.

Velero Mar Menor tripulación

Día 30 de agosto de 2008. Todo está listo, recibimos la excesiva compra a domicilio (el Mar Menor) e incluso también serias dudas de nuestro éxito en esta singladura de 750 millas por personal ajena al equipo al ver el estado un tanto descuidado de nuestra embarcación. Nos damos nuestro último lujo en tierra firme a base de una magnífica paella en la playa, para relajar la mente y apaciguar el nervio previo a la salida. 14:00 horas, una inmensa marejada de embarcaciones de todos los tamaños y tipos de domingueros al timón no solo dificulta nuestras maniobras y las de los demás regatistas en la zona de salida, sino incluso descubrir con claridad la propia línea de salida. La primera fase de la regata transcurre entre dos boyas, situadas para goce y disfrute de la población que abarrota las playas adyacentes, para enfilar poco más tarde una increíble ceñida con viento fuerza 3. En ese momento es cuando nos damos cuenta de que todo está en marcha, que nos dirigimos empapados de euforia a nuestro bautizo en el atlántico, con una semana por delante en la que todo será distinto: la convivencia a bordo, la organización de nuestro patrón de las 24 horas del día en turnos de 3 horas y dos personas, las comidas, el aseo…Un primer buen roción de agua nos avisa de la aventura que acaba de dar comienzo, justo en el vacile acerca de la escondida bravía del Atlántico.

Regata Huelva Gomera

Pronto perdemos prácticamente a todos los barcos de vista, tomamos nuestro primer rizo en previsión de arreciar el viento al atardecer y afrontamos nuestra primera noche rumbo a las estrellas, noche de luna nueva y perfecta claridad.

Al amanecer, día 31, seguimos bien de fuerzas, bien de viento, rumbo y velocidad, pero sobre todo de moral, haciendo suposiciones respecto a nuestra buena situación en la flota. Nuestro optimismo, basado sobre todo en la emoción y el buen ambiente a bordo, se ve reforzado con las primeras noticias de nuestro fabuloso equipo en tierra, dispuesto a hacer un exhaustivo seguimiento de la regata, de nuestra posición y aportando incluso consejos meteorológicos y tácticos. Nos encontramos en el grupo de cabeza, en la parte posterior; este último dato pasa desapercibido y la euforia se desata.

Una vez revisada y reparada la falta de refrigeración del motor que en la salida supuso nuestro primer motivo de preocupación, empezamos a sentir las olas más amplias, el viento entrando por la aleta de estribor; la puerta al Atlántico se abre ante nuestros ojos. Es el momento de izar el espi y afrontar un último largo de unas 700 millas en la autopista de los alisios.

El lunes, habiendo pasado una noche nublada y de difícil orientación, llegamos a la altura de Casablanca, jugando con el espi como si de una gran cometa se tratara y cogiendo las olas de estupenda cadencia para alcanzar velocidades de 7 y 8 nudos, con picos de hasta 10 y 11.

El Mar Menor, a ratos, toma la imagen de un barco naufragado, con 3 personas en cabina sobre las literas y de las 4 en cubierta, solo 2 conscientes; los turnos empiezan a pasar factura y dormir a cualquier hora del día sólo exige tomar posición horizontal y dejarse arrastrar por el sueño.

En tierra la red de contactos aumenta y los mensajes llueven al teléfono satelital, dando todo tipo de ánimos e información e incluso descubriendo algunas intimidades con el cariño destinado a uno solo de los tripulantes. Por la tarde empieza la actividad, arrecia de nuevo el viento tras una pequeña tregua al mediodía y rompe la burda de barlovento, obligándonos a anular la otra y confiar toda la tensión al backstay. No va a ser todo tan fácil y algo tiene que mantenernos despiertos ante la incipiente rutina del rumbo de popa. Con estas premisas, otro fuerte latigazo pone el puño de escota del espi fuera de nuestro alcance, haciendo ondear la vela a sotavento del Mar Menor como un inmenso pabellón. Al no saber el alcance de la rotura, decidimos cambiar el espi e izar el pequeño de mucho viento. La noche hacia el martes se presenta dura y reforzamos las guardias a 3 personas. Ya avanzada la madrugada y con gran estruendo, rompe la driza del nuevo espi en el tope de mástil, dejándolo caer al agua de forma suave pero implacable. Sin duda iba a haber complicaciones y con toda la tripulación en cubierta, unos en paños menores, la actividad se vuelve frenética. Como si de un equipo perfectamente estructurado y organizado se tratara, pero de forma natural, cada uno toma una función; en las drizas y escotas, al timón, recogiendo la vela…Con gran esfuerzo, conseguimos sacar el espi de debajo del barco, ahora ya azul y no blanco, habiendo limpiado la obra viva del barco de su última mano de patente. Comprobamos con agrado que no está roto e izamos inmediatamente no uno, sino dos génovas, uno atangonado, en un intento de no perder nuestros 8 kn. de  velocidad sin el espi. Al amanecer recibimos alagüeñas noticias de nuestro fabuloso equipo en tierra: hemos solventado de manera eficaz, estando en una meritoria y la vez transitoria 7ª plaza, una difícil noche con varias roturas y algún que otro abandono.

Huelva Gomera regata

En la mañana del día 2, la mar se encrespa, las olas ganan en altura, rizando el horizonte e incluso haciéndolo desparecer envolviéndonos en sus senos. El ánimo en la tripulación es aún así relajado, después de una larga y fatigosa noche. Reemplazar de nuevo el espi no corre ninguna prisa, pero si reponer fuerzas a base de unas estupendas lentejas. ¡Bravo por nuestro cocinero! Poner de nuevo en marcha la driza del espi se convierte en una maniobra emocionante, izando a Kristian a lo más alto del mástil, en mitad de la nada en pleno océano, sintiendo el cabeceo y movimiento del barco ya desde la cubierta.

En la noche no hay ganas de forzar, las olas decrecen con el viento, aún soplando fresco. Parece será tranquila. Nada más lejos de la realidad. Al comenzar los turnos nocturnos, se enreda el espi en el estay de proa, dando vueltas sin parar y afianzándose a él con la humedad. Desde abajo resulta imposible forzar la vela a dar marcha atrás en sus rotaciones, con los puños en la mano y aguantándola fuertemente para no perderla. En un ataque de locura, no encuentro otro calificativo, el patrón dice de subirle al mástil, en plena noche. Maniobra crítica, le izamos poco a poco con la única guía de sus avisos, no distinguimos nada de lo que sucede arriba, en la oscuridad. Desenrollarlo desde el puño de driza resulta imposible y arriamos al capitán de nuevo a cubierta, exhausto e inmóvil de la tensión vivida. Mientras, los infructuosos intentos por solucionarlo desde abajo con los puños continúan hasta agotar también a la tripulación de proa. En un momento de tensa calma, analizando la situación, decidimos fijar los puños a cubierta, trasluchar y confiar en que los efectos del viento que le hacen dar vueltas, cambien de dirección y las deshagan. De esta manera y sorprendentemente, el lío se deshace poco a poco, cae el puño de driza y después de un buen rato braceando el espi sobre es estay, conseguimos izarlo de nuevo a su posición natural. 2 horas y media después, la situación se normaliza y avistamos por la amura de babor una luz roja, posiblemente de alguno de nuestros rivales, que pronto se torna verde, más tarde se ven las dos, hasta que sin darnos cuenta, rebasamos la embarcación a gran velocidad; no somos los únicos con problemas en la noche. Más tarde, el espi se enrolla por 2ªvez, con solo 3 personas en la guardia, que aun con mucho esfuerzo, sabiendo la teoría vuelven a poner las cosas en su sitio. Unos momentos antes de comenzar con los problemas del espi, habíamos avistado una luz de gran intensidad por estribor. Aun en la distancia, se trata del faro de las Islas Salvajes, claramente visible pese al relente nocturno. Otras versiones a bordo afirman se trata de una embarcación, el encontrarse siempre en la misma marcación respecto a nuestro rumbo. Será pues algún barco de la regata, con luz en cubierta para orientar bien las velas. Más cerca de nosotros, al final de la noche, la verbena se vuelve espectacular, ha de ser un pesquero con algún método de atracción lumínica basado en despistar a la captura. Con la luz solar del amanecer, por fin distinguimos a nuestro acompañante; se trata de una inmensa plataforma, que está siendo arrastrada como un gran dique flotante. Sin duda, no entraba en las apuestas.

Huelva Gomera regata 2008

En la mañana es cuando Diego explica su indisposición para no haber colaborado en exceso en los problemas de la noche con el espi. Se hallaba bajo los efectos de un extraño relajante muscular, que le había absorbido a una realidad paralela, preguntándose quiénes eran aquellos de delante y viendo gente, calles y gran barullo alrededor de lo que creía era barco en el que navegaba en una pequeña ría. Que barato puede llegar a ser un buen viaje…

A mediodía, al bajar el viento, vemos un par de preciosos delfines, antesala de un espectáculo increíble. Un inmenso banco de atunes hace hervir el agua, saltando por encima de la superficie, inundando de espuma gran parte de nuestro ángulo de visión por la amura de estribor. Por la tarde entramos en la anunciada zona de influencia de las Canarias y el viento cae estrepitosamente. Nuestra velocidad disminuye a los 4kn y poco mas tarde, entrando en la noche a escasos 1,5-2kn. La conversación gana en protagonismo, las opiniones y puntos de vista saltan con fuerza a la palestra, haciendo de la inactividad una cómoda y agradable compañía. Las noticias desde tierra nos hacen saber que las dos embarcaciones de 60 pies, de las participantes en regatas de poca índole como la Volvo Ocean Race, llegaron en la noche de ayer. En tiempos compensados nos deben un día y medio, aún podemos hacer un gran papel en nuestra primera aventura oceánica.

En la noche, de las más duras y posiblemente influyentes en una clasificación, el viento desaparece, nuestra velocidad no alcanza prácticamente un solo nudo. El método para evitar verse arrastrado por el sueño al timón consiste en evitar un nuevo enredo del espí en el stay de proa. Aún así, el cansancio de la inactividad hace realmente muy difícil tal cometido. Nuestra posición final en la regata puede verse verdaderamente influenciado en como manejemos esta nuestra última noche abordo, sabiendo de la posibilidad de que otras embarcaciones estén en nuestra misma situación. Es en momentos como estos donde se ganan o pierden las regatas y no tanto en otros más duros y de mayor esfuerzo físico.

La mañana, de igual intensidad de viento, nos enseña el punto más alto, el Teide, por nuestra amura de babor. Todo un mensaje, una señal del éxito de nuestra aventura, aún por dar su último paso. Después de dos desayunos, la tripulación comienza a caer por la borda, presa del calor, sumergiéndose en el infinito de 3000m de profundidad. Una sensación indescriptible, ver flotar el Mar Menor en algo parecido al vacío. La opción de echar un cabo para remolcar a nado el barco explica de manera brillante la velocidad a la que deshacíamos nuestras últimas 15 millas de regata. El himno de la Tropa Intrépida desata la tranquilidad y comienza a sonar con fuerza. Sin duda, el ánimo de verse en el canal de entrada entre Tenerife y la Gomera hace que nos sintamos orgullosos de nuestro medio de transporte hasta estas latitudes, agradeciéndole su robustez y confianza que transmite a su patrón y marineros. Las conversaciones con el equipo de tierra confirman que varias embarcaciones se encuentran en nuestra situación y nos hacen poner especial atención en recuperar nuestros 2kn de velocidad a base de pequeños detalles y correcciones. No parecía que fuera a ser así, pero nos vemos obligados a afrontar una última noche de poco viento. Nuestras previsiones al alza en cuanto a comida no han sido finalmente tan exageradas y en mitad de la noche, pasado el cabo de entrada al canal, avistamos el que sin lugar a dudas es nuestro faro, nuestra meta, nuestro puerto de llegada en San Sebastián de la Gomera. A escasas 5 millas, el viento comienza poco a poco a arreciar, a poner en marcha a la tripulación, inundada de emoción y alegría al ver tan cercana la culminación a 7 días en alta mar. El rumbo en el canal es de través y aún con el espí izado alcanzamos de nuevo nuestras velocidades entorno a los 8kn de viento. Lo ideal sería arriarlo, aunque en estas condiciones no es una maniobra de mucha seguridad y al estar tan tan cerca del final, el patrón decide poner al Mar Menor a prueba en un increíble último bordo, en el que llevar la caña se transforma una vez más en un improvisado gimnasio. En estas condiciones, nuestro motor durante prácticamente toda la travesía rompe estrepitosamente por una de las costuras horizontales, a poco más de 2 millas del faro de entrada al puerto y después de más de 700 del punto de partida. Un gran resultado. Izamos el génova inmediatamente, para entrar eufóricos sobre las 7 de la mañana del viernes 6 por la bocana del puerto. Nuestro recibimiento repleto de gomeronas se convierte en el de una zodiac con el encargado de desprecintar el motor y darnos el bocinazo de meta, el permiso para soltar toda la adrenalina a base de gritos y abrazos. La emoción es increíble, ver el amanecer en un puerto desconocido para todos, símbolo del final de una apasionante aventura, del bautizo oceánico de la Tropa Intrépida.

Tripulación El Mar Menor

El recibimiento se completa ya en puerto con una estupenda comida caliente y el tiempo justo para darse una ducha, un paseo por el puerto y tomar parte en la excusión organizada por la regata a través de los puntos emblemáticos de la isla, a vista de asiento en el autobús. Las comidas de la organización en estos días de recogida, fiestas de despedida y entrega de premios son realmente dignas de mención. En ellas, se contrastan y escuchan las historias y lides de las demás tripulaciones en esta y otras regatas, en un fabuloso juego de cercanía y emotividad.

Personalmente, el orgullo y la satisfacción de haber formado parte de este equipo, formado por Pablo, Kristian, Toni, Pío, Diego, Héctor y un servidor, es enorme. El éxito ha sido rotundo, no solo por alcanzar la Gomera y haber navegado 750 millas oceánicas, sino por haberlo hecho además en perfecta armonía y espíritu de equipo, en un ambiente de compañerismo que distingue a quien forme parte de la tripulación del Mar Menor a lo largo y ancho de hasta donde alcanza el mar y ahora ya el océano. ¡Gracias a todos!

Hasta próximas travesías.

Kike

Mar Menor

Por Enrique Cantos-Figuerola


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